Siempre se usaron dos modosde coacción para hacerse obedecer: el castigo del cuerpo (o la amenaza) y la internalización por los individuos de los valores de la colectividad (en realidad, de los sectores dominantes).
Los grandes controladores sociales del siglo XIX y XX, en la cultura occidental fueron: el ejército, la policía, el maestro, el cura, el médico, el patrón y el padre de familia. Todos podían usar ambas formas, pero el ejército y la policía se valieron fundamentalmente del castigo del cuerpo, mientras que maestros, curas, médicos, psiquiatras, patrones y padres de familia de: la represión del alma. La opción por la fuerza física para dominar corresponde a un período de nuestra historia (XVIII y XIX).
Ninguna cultura deja de lado una de las formas. Hay preferencias, opciones, cambios en la sensibilidad, en la situación social, acentos en una o en otra. Pero coexisten ambas hasta hoy.
Hasta 1860 se usó el castigo del cuerpo preferencialmente, con el que la sensibilidad de la época se sentía más consustanciada, luego se prefirió la represión del alma. Cuando se hace una elección de este tipo esto tiñe todas las formas de control social. Así hoy, la coacción física se combina con la presión psicológica -la forma científica de reprimir el alma en la acción policial-. Ayer el cura (represor del alma por definición) utilizaba la amenaza del infierno (suplicios físicos) como modo de corregir a sus fieles.
En esta época (1800-1860), la violencia física impregnó todo. Nosotros solamente nos referiremos a la familia.
Un patrón cultural muy destacado era la severidad del padre. Se relata un caso en que un adolescente se suicida. (Barran) Su padre lo justificó diciendo que era malo, depravado, altanero, indómito, soberbio, con inclinaciones funestas; el suicidio era un crimen. El muchacho en cuestión tenía apenas 13 años. En esos momentos, la sociedad aceptaba y apoyaba la violencia paterna. Los padres santificaban el castigo físico de los maestros a sus hijos. Esto en 1868 sufre un cambio, y en el Código Civil se establece que los padres perdían la patria potestad por maltrato a sus hijos. Sólo podrían corregirlos moderadamente, y sino el juez podría poner una pena de detención por un mes. Sin embargo, los niños eran azotados habitualmente. Las hijas eran azotadas por ser coquetas. Los jóvenes solteros también eran golpeados.
Este ejercicio de la autoridad paterna respondía a una organización en la que el padre gozaba de poderes casi absolutos (otorgados por el resto de la familia y la sociedad). El trato entre padres e hijos era de usted Esta autoridad se basaba en el temor y el respeto. Se ejercía violencia sobre los cuerpos. El dominado sabía que el tiempo y las circunstancias le harían cambiar los roles y lo transformarían en dominante, con lo que su pasado sufrimiento, nunca olvidado, se transformaba en un ingrediente más de su experiencia.
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